domingo, 10 de enero de 2010

Los Abonos y sus Elementos

Un primer punto a tener en cuenta es que el abono no es el alimento de la planta propiamente dicho; el abono no es más que el conjunto de materiales necesarios para la elaboración de éste. De hecho no es más que un 10% del total, el otro 90% se obtiene directamente del aire. Serán las hojas las encargadas de transformar dichos materiales en algo aprovechable por la totalidad de la planta; la savia elaborada.

El abono de una planta debe estar formado por sales minerales solubles en agua, ya que éstas son las únicas asimilables a través de las raíces. Según las cantidades consumidas por la planta, los diferentes elementos se dividen en dos grupos: Microelementos y Macroelementos.

Los Microelementos no son necesarios en grandes cantidades, pero su falta puede llegar a causar problemas a la larga. Algunos de estos elementos son: hierro, cinc, calcio, magnesio, azufre, manganeso, molibdeno, boro, cloro, cobre, etc.

Los Macroelementos son un grupo formado por aquellas sustancias que la planta consume en grandes cantidades, y que por tanto su carencia resulta evidente mucho antes. Son el nitrógeno (N), el fósforo (P) y el potasio (K).

El nitrógeno favorece un rápido crecimiento en la planta, una mayor producción de flores o frutos y el desarrollo de unas hojas más grandes y verdes. En el caso de un bonsái hay que controlar el tamaño de las hojas para mantener una cierta proporción en el árbol, así que se reduce el nivel de nitrógeno. El fósforo interviene en gran cantidad de procesos vitales de la planta aumentando su resistencia en general. El potasio, entre otras cosas, interviene en los procesos de transformación del nitrógeno y al igual que el fósforo acelera los procesos de floración y fructificación.

En centros de jardinería se pueden encontrar dos categorías principales de abonos. Los abonos orgánicos y los abonos inorgánicos.

Los abonos de tipo inorgánico son un mezcla más o menos compleja de compuestos químicos diseñada para proporcionar a la planta aquellos nutrientes que precisa, pero a pesar de ser perfectamente aptos no son los más adecuados para un bonsái, o para cualquier plantan en una maceta ya puestos. Su gran problema radica en que lo que muestra la composición del producto es lo que hay, esto es: si abonamos con un compuesto de nitrógeno, potasio, fósforo, hierro y cinc, por ejemplo, la planta acabará desarrollando carencias del resto de elementos necesarios. Por ello antes de elegir un producto es necesario repasar su composición y asegurarse de que aporta la mayor cantidad posible de sustancias.

En bonsái, como ya se ha comentado, se suelen usar mezclas pobres en nitrógeno por lo que unas proporciones adecuadas para los tres elementos principales podrían ser 5-10-10, o incluso 2-10-10, donde la primera cifra hace referencia a la proporción de nitrógeno, la segunda a la de fósforo y la última a la de potasio. Estos abonos químicos los podemos encontrar en dos formatos: Sólido o líquido. Los de tipo sólido suelen ser de liberación más lenta actuando durante un periodo de tiempo más o menos largo según el producto, mientras que los de tipo líquido son de absorción casi inmediata. Y es con estos últimos que debemos ser muy cuidadosos respetando las dosis marcadas por el fabricante pues la planta no suele limitarse a tomar la cantidad de elementos que precisa, por ejemplo nitrógeno, sino que tiende a absorber todo lo que puede encontrar. Si las cantidades son excesivas en una misma dosis la planta simplemente se muere.

Los abonos orgánicos por el contrario no presentan este problema pues al ser mezclas de diferentes tipos de materias orgánicas primero necesitan ser descompuestos por microorganismos antes de poder ser asimilados. Las grandes ventajas de los orgánicos frente a los químicos son: por un lado, esta lentitud en la asimilación que hace que sea casi imposible matar a la planta por sobredosis (hay que tener en cuenta que el abono orgánico necesitará unas dos semanas tras haber sido colocado para empezar a ser asimilable por las raíces, y no terminará su descomposición en otras tres o cuatro), por otro favorece el desarrollo de bacterias y hongos beneficiosos para la planta (algo casi imposible en suelos estériles cargados de abonos químicos) y finalmente la cantidad de elementos que proporciona es mucho más variada que un abono inorgánico dificultando que la planta desarrolle carencias. En este sentido actúan como correctores del suelo aportando aquellos elementos que los abonos químicos no contienen en su composición.

En general se suele recomendar no utilizar abonos inorgánicos, pero también es cierto que son más cómodos y fáciles de obtener que los de tipo orgánico (pese a que estos son comunes en tiendas especializadas). En cualquier caso una buena medida si se va a utilizar un abono químico es alternarlo de tanto en tanto con otros de origen orgánico.

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